Este artículo se publicó hace mucho tiempo. Es posible que haya cambiado mi manera de pensar desde entonces.

El pasado día 5 se publicaba un curioso titular en varios medios, seguramente replicando la noticia original de la agencia EFE. Resulta que ocupamos el puesto 30º en la lista de países más corruptos del mundo que elabora la organización Transparency International: justo por debajo de Botsuana. Qué vergüenza, cómo es eso posible. De semejante desgracia se hicieron eco también alguna columna de opinión e incluso personajes políticos. Estamos peor que en África, flagelémonos.

O no.

Es curioso que nadie parta una lanza por el país de los elefantes reales, así que lo haré yo. Si nosotros estamos por delante de Israel, Corea del Sur, Portugal o Italia, ¿no tiene mérito que también lo esté un país africano, con una riqueza moderada y en un entorno no tan favorable como el que la Unión Europea supone para España? Se puede leer una escueta pero ilustrativa explicación de cómo lo han conseguido en una web oficial.

Botsuana también ocupa el tercer lugar en el índice Ibrahim, que mide la calidad democrática y humana de los países africanos: solo detrás de las insulares Cabo Verde y Mauricio. Su PIB per cápita (PPA) está sensiblemente por encima de las grandes economías africanas y de las potencias emergentes del planeta (puedes compararlos aquí), porque, si bien no tienen petróleo, sí que son el segundo exportador de diamantes —recurso que parecen gestionar con acierto—. Tienen muy poca deuda externa, y tanto S&P como Moody’s le dan una buena valoración crediticia, A y A2. Y ahora que está a la orden del día el tema: aunque la inversión en educación se ha visto mermada por la crisis, aún se dedica a ello el 7,8% del PIB, el 16% del gasto público. El país tiene graves problemas, no obstante: la excesiva dependencia del sector minero, la alta incidencia del VIH (1 de cada 4 adultos), un paro elevado —de en torno al 20%: qué risa— y, aunque la pobreza se ha reducido, una grave desigualdad económica.

Todos estos datos son abiertos: Google Public Data, CIA World Factbook, Wikipedia. No me ha llevado mucho encontrarlos, y estaban al alcance de cualquiera de todos esos periodistas que redactaron o replicaron la noticia, y que debieron quizá tener un poco más de interés antes de caer en el titular fácil. No seré yo quien niegue que la corrupción en España es un grave problema, pero cuando hacemos estas comparaciones no nos damos cuenta de que a veces el problema no es solo que estemos mal, sino que quizá nos creemos más que quienes están a nuestro nivel con mucho menos.